Fajardo suma y multiplica

En una casa antigua sobre la avenida Caracas, cerca del centro de Bogotá, funciona una sede de la campaña de Sergio Fajardo, el candidato que la opinión ha ubicado en el centro de esta disputa electoral, guardando una distancia prudente de la polarización, de los señalamientos sin fundamento y de las bajezas. Muchos jóvenes trabajan en este lugar —donde no se ven lujos ni medidas de seguridad extremas—, en medio de paredes blancas llenas de mensajes esperanzadores.

Cuando Fajardo llega, saluda, sonríe y se dispone a la sesión fotográfica que se da en tiempo récord; el candidato no se muestra apurado, pero reconoce que es “muy tímido para estas cosas”, y colabora en la medida de lo que permite su notoria incomodidad. Cuando David Rugeles, el fotógrafo, siente que ha conseguido lo que buscaba, el profesor nacido en Medellín se muestra aliviado y nos dirigimos a una sala en la que se llevará a cabo nuestra conversación. Los ruidos de la calle y los Transmilenios se sienten con estruendo. Sin embargo, Fajardo habla con convicción, amabilidad y consistencia a la hora de responder una serie de preguntas que desconocía previamente.
El cansancio y los viajes se notan en su cara, pero su buena disposición es evidente.

RS:Esta campaña ha sido muy intensa…

SF: Muy intensa, muchas emociones, mucha tensión… Yo soy tranquilo para manejar las tensiones, pero Colombia siempre está en tensión. La semana pasada Santrich; que se estaban robando la plata del fondo para la paz; el asesinato de policías; ahora volvieron a secuestrar a otros; Ecuador dice que no sigue con el ELN; en Manizales pasa lo que pasó en el debate… Colombia no tiene descanso.

RS: ¿Y por qué cree que se da esa condición? ¿Por qué Colombia no tiene descanso?

SF: Es nuestra historia, después de todo. Yo tengo una explicación: Colombia es un país fragmentado; tenemos una geografía diversa, extraordinaria, una riqueza extraordinaria en la biodiversidad. Y ese país está conformado por pueblos y culturas muy diferentes, muy dispersas, después de todo, si miramos lo que ha ocurrido en nuestra historia, nunca hemos tenido un proyecto común, algo que nos una, que vaya más allá de la emoción que tenemos por los futbolistas, la selección Colombia, los artistas, Nairo, que han sido elementos que nos han unido siempre. No tenemos un relato común más allá de la violencia, que se ha convertido en miedo y destrucción. Hoy, por ejemplo, estamos unidos por la indignación por la corrupción. Pero esos no son elementos para unir a una sociedad, son elementos negativos de lo que ha sido nuestra vida, y el reto político es cómo podemos articularnos para que toda esta diversidad que tenemos pueda representarse o encontrarse para algo común. Y en fondo de todo esto, eso es lo que nosotros representamos, la capacidad de unir, de articular, de tener un objetivo común para avanzar.

Esa es mi experiencia, desde alcalde y gobernador; ese es el sentido político de lo que estamos haciendo. Yo no tengo la menor duda de que en Colombia se llenó la taza, y este es un momento propicio para un cambio político, para una expresión política que esté por fuera de lo que ha sido la estructura política tradicional en Colombia. Y que tenga la capacidad de unir. Eso somos nosotros. Esa es mi experiencia, mi trayectoria, mi forma de vida y los resultados que hemos obtenido.

RS: A usted se le identifica como el candidato del centro en este panorama tan polarizado. ¿Para usted qué representa el centro?

SF: Yo nunca uso esa clasificación. La política que nosotros hemos hecho no cabe dentro de esas casillas “centro”, “derecha, “izquierda”. Nosotros somos una ruptura política, somos una expresión cívica que tiene unos principios, que enfrenta unos retos, que tiene una forma de resolver los temas y de llegar a los lugares con la capacidad de unir. Nosotros convocamos a todas las personas. Entonces, cuando no nos pueden clasificar en la derecha o la izquierda, nos clasifican en el centro. Pero para mí, esa clasificación política es obsoleta en el sentido de la forma como hacemos las cosas. Pero significa eso: la capacidad de construir, de sacar lo mejor de las personas y de las comunidades, de hacer una política diferente, porque no tengo la menor duda de que en la esencia del problema que nosotros tenemos en Colombia está la política, la forma como se ha hecho y cómo se nos ha conducido. Estamos aquí hablando por política, porque nosotros aspiramos a llegar al poder, pero ese camino que recorremos para llegar al poder es trascendental. Yo creo, con toda mi convicción, en la expresión “son los medios los que justifican el fin”, y eso va en contraposición directa con “el fin justifica los medios”, con el “todo vale”… con tal de ganar cualquier cosa. Manténgase fiel con unos principios, con una forma de relacionarse, porque de esa manera cuando lleguemos al poder podremos construir. Y eso es diferente. Es diferente a los esquemas tradicionales de la división entre derecha e izquierda, y esa es mi experiencia, es mi trayectoria.

Yo empecé a participar en política a los 43 años. Bajo circunstancias normales yo debería estar en la Universidad de los Andes con mis estudiantes de doctorado en lógica matemática o en la Universidad Nacional revisando una investigación, porque ese era mi mundo, ese fue el mundo en el que yo crecí, es la manera como me relaciono con el mundo, yo soy profesor. Entonces, cuando empezamos a participar en política éramos una ruptura con la política tradicional y éramos una expresión cívica diferente, alternativa; todo lo que yo digo lo hemos demostrado. Y esa es gran parte de la riqueza que nosotros representamos, porque inspiramos confianza, y eso es muy difícil en esta Colombia que no cree en nada hoy.

RS: Siempre que lo oigo hablar de la docencia me pregunto: ¿Cuándo fue la última vez que dio una clase?

SF: Pues yo no he dejado de dar clase. En el fondo, la mayoría de mis presentaciones son una explicación. Ayer, en la CUN, hice la presentación de nuestra propuesta ambiental, y la hice en el mismo espíritu en el que lo he hecho desde la primera clase hasta el día de hoy. Porque yo hago a mano unas imágenes, unos esquemas que me permiten presentar las ideas básicas y desarrollarlas, y siempre estoy argumentando, estoy mostrando siempre cuáles son los principios, cuáles son los retos, cómo se revuelven… es la forma que tiene un matemático para explicar. Y eso es lo que yo he hecho en política, porque, después de todo, para ser un buen maestro hay que tener la capacidad de sacar lo mejor de cada persona. Lo mejor de las sociedades es un maestro en la política, y eso es lo que yo hago.

Ahora, los dos años pasados estuve de profesor distinguido en el Tecnológico de Monterrey; yo iba una vez al mes y dictaba unos seminarios acerca de gestión pública y liderazgo; entonces siempre he estado con estudiantes. En 2016 estuve un mes como profesor visitante de la Universidad de California en Berkeley. Yo sigo siendo el profesor, mi relación con el mundo es esa. Ahora estamos en la política, pero es el mismo espíritu.

Por ejemplo, cuando una persona me hace una pregunta yo la miro, y habitualmente le dicen a uno, “mire a la cámara”. Mi tendencia natural es “esta persona me preguntó algo, estoy concentrado con ella”, pero tengo que hablarle a la cámara, a los millones que me están viendo allá, y eso quita ese contacto, que es una relación potente de comunicación entre nosotros. Ese es un ejemplo de algo que me pasa a mí… yo entiendo lo que me están diciendo, pero va contra mi naturaleza de contacto. Después de todo, yo aprendí a hacer política en la calle, caminando, entregando volantes, en contacto con la gente, y eso genera una relación.

Y otra cosa que me pasa en este mundo es que me dicen: “Tiene un minuto para explicar su política de educación”. Y mi forma de reaccionar y de explicar es: ¿Cuál es el problema?, entienda el problema y después empiece a resolverlo, en una sucesión de pasos para llegar a la solución. Es la forma natural de razonar de un matemático. Entonces, en un minuto tengo que decir todo lo que hemos hecho en la vida… y dígalo de manera clara, que todo el mundo entienda, de manera concreta… todo eso es antinatural para mí, pero eso hace parte de la política, y es un contrasentido con un profesor de matemáticas.

Su forma de hacer política ha implicado una gran cercanía con la gente en las calles. Fajardo no guarda grandes distancias y busca que la relación con sus electores se parezca a la que ha tenido con sus estudiantes.

Su forma de hacer política ha implicado una gran cercanía con la gente en las calles. Fajardo no guarda grandes distancias y busca que la relación con sus electores se parezca a la que ha tenido con sus estudiantes.

RS: ¿Y cómo fue esa transición de la docencia a la política?

SF: La llegada a la política, que fue hace 18 años y pico, es una trayectoria larga… Yo siempre era consciente de la sociedad en que vivía, y escribía artículos, participaba en discusiones, fui miembro del Consejo Nacional de Ciencias Básicas de Colciencias, de la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados, participé en programas de opinión, siempre trabajando para que muchas personas pudieran desarrollar su talento, para que la ciencia fuera importante en el desarrollo, tratando de aportar a nuestra sociedad…. Entonces tenía una vida pública reducida.

La síntesis que yo hacía de todo eso era “hay que”, porque uno termina diciendo “hay que hacer esto, hay que apostarle a la educación, hay que hacer el desarrollo desde la perspectiva de las regiones, hay que…”. Pero después de tantos años, con un grupo de personas amigas en Medellín (yo viví en Bogotá muchos años), dijimos: “Nosotros no podemos seguir con el ‘hay que’, porque cuando decimos eso, a quién le estamos diciendo que lo haga, pues a los políticos, que son los que toman las decisiones más importantes de nuestra sociedad, gústenos o no”. Y después de escribir tantos artículos acerca de la necesidad de una política cívica, independiente, alternativa, nos reunimos —personas que teníamos el mismo espíritu de diferentes sectores sociales— y dijimos: “Vamos a participar en política”, y yo lideré ese movimiento de participación. No fue que de un día para otro me levanté pensando en ser político, sino que ya tenía una relación con la sociedad. Poco a poco me fui acercando, me invitaban a reuniones, a discusiones desde el mundo de la ciencia, etcétera… De manera natural me iba acercando hasta que constituimos un movimiento cívico independiente, y aquí estamos.

RS: Continuando con el tema de la educación… ¿Cómo lograr que deje de ser un negocio dedicado a suministrar información y a emitir certificados, para darle otro enfoque y que sea el camino para superar esta crisis de valores?

SF: Hay varias dimensiones para eso, diferentes expresiones: primero, la forma como hacemos la política, como la he hecho yo, como la hizo Antanas Mockus, determina cómo se gobierna. Nosotros ya estamos cambiando la sociedad. Yo siempre le he dicho a la gente que el problema no es llegar, ahí es donde “todo vale”, con tal de llegar “haga lo que sea”, para después supuestamente hacer algo diferente… la manera como vamos construyendo, como nos vamos relacionando con la gente ya va transformando, porque los políticos somos los primeros educadores de la sociedad. Donde está el presidente están todos los focos de la sociedades… y eso en todas las dimensiones. Nuestra forma de comportarnos, de actuar, de hablar y los programas que apoyamos son un mensaje potente para una sociedad. Por eso los políticos son tan importantes, porque toman las decisiones, y su comportamiento tiene que ver con el comportamiento de toda la sociedad. Hoy estamos en una crisis seria de confianza, de indignación con la corrupción. Para la mayoría de la gente el Congreso es horror, representa lo peor, por toda esta crisis de la justicia que está permeada por la corrupción, y eso en todas las instancias es un mensaje para la sociedad, es un mensaje muy dañino. Para muchas personas es: “Si ellos hacen eso allá, ¿nosotros qué?”… y ese es un liderazgo ético de nuestra sociedad, a partir de la política. Ese es un punto general con respecto a la cultura ciudadana, que por supuesto se convierte en programas que le dan sentido al espíritu de lo que nosotros representamos.

Ya hablando en términos de educación más formalmente, el mundo escolar… Primero, nadie está en contra de la educación y en general toda persona cree en la educación, cree que es importante y quisiera tener la mejor educación para su familia y para todos; ese no es el punto de la confrontación. Tiene un problema y es la idea de que es de largo plazo. Si se entiende así, en Colombia —donde no hemos tenido nada de largo plazo— ahora en la campaña se promete educación desde la primera infancia hasta la universidad… cualquier cosa se puede prometer. Pero eso no atiende el problema fundamental. ¿Ustedes saben qué dice el Plan Decenal de Educación de Colombia del 2016 al 2026? Ni ustedes ni nadie. Nadie sabe qué está pasando, y tiene elementos valiosos, se construyó de manera colectiva por personas del mundo de la educación, pero no es un proyecto de país. Y un plan decenal es la ruta a seguir. Y entonces ahora nos dicen: “Mire a Finlandia, a Singapur, a Corea, ellos sí tienen calidad en la educación”, supuestamente para que aprendamos de ellos. Pero lo primero que tenemos que aprender es que esto es un proyecto del país, y por eso en términos políticos este es el proyecto con el que nosotros queremos convocar a toda Colombia. Pero empieza por hacer visible y tangible qué significa la educación. Y ese es un reto político, por eso cuando yo decía: “Antioquia la más educada”, todo el mundo tenía la palabra educación en la mente. Ni Medellín ni Antioquia son las más educadas en términos de la medición ni en las pruebas Pisa o Saber, pero era una convocatoria a la sociedad para apostarle a la educación. Y desde esa perspectiva empezamos a mostrar nuestro relato.

Yo he dicho, primer paso para la educación —imagínese contar esto en un minuto en un debate— es convocar a la sociedad a entenderla como eje de nuestro relato, de nuestra construcción. Entonces yo digo: “Vamos a hacer el gran pacto por la educación en Colombia”. Ganamos las elecciones, al otro día estamos convocando a empresarios, fundaciones, gremios, a toda la familia del mundo de la educación, el mundo de la política, diferentes expresiones de la sociedad, y nos vamos a sentar a plantearnos los retos. Vamos a identificar los puntos básicos sobre los que vamos a trabajar durante los cuatro años siguientes. Pero no será la reunión habitual de un presidente que llama a la gente a hablar de educación para que apoyen, sino que nos sentamos, tenemos los retos públicos explícitos y cada uno tiene responsabilidades; cada persona en Colombia va a sentir una responsabilidad alrededor del mundo de la educación. Y el 7 agosto de 2022, cuando yo pregunte: “¿Usted sabe en qué estamos en educación en Colombia?”, todas las personas van a poder decir algo. Ese es el cambio político, para eso es la política, para fijar unos retos, unos ideales, una forma de acercarse a la sociedad y construir. A partir de eso tenemos que hacer una gran movilización social permanente. El presidente Uribe, que es un monstruo de la política —un monstruo en el sentido político [risas]— siempre que iba a un lugar, iba a un sitio asociado con la fuerza pública: un batallón, llegaba a un consejo de seguridad. Donde yo esté, por supuesto habrá que hacer muchas cosas, pero siempre habrá una escuela, un centro de educación, de conocimiento. Eso es mandar un mensaje, porque a nosotros nos ve todo el mundo. Entonces será una movilización social permanente.

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No es que un día al año es el día de la educación; todos los días serán de la educación, de la ciencia, de la tecnología, de la innovación, del emprendimiento, de la cultura, de las artes. Entonces empezamos a movilizar a Colombia y a contar esa historia. Vamos a cambiar la primera página de las noticias en Colombia. Guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, ilegales y corruptos, la primera página de Colombia ha sido esa. Vamos a cambiar esa página para que aparezcan todos los elementos asociados con este mundo. Por eso me siento orgulloso de ser un profesor y de ser el primer profesor presidente de la historia de Colombia. Y ese es el reto político.

Mire que todavía no hemos hablado de cómo vamos a mejorar la calidad. Pero vaya usted a un municipio y pregúntele a un alcalde —esta es una generalización, y por supuesto tiene excepciones— cómo les va a los niños de quinto de primaria en las pruebas Saber. Ninguno tiene idea. Y si pregunta cómo nos fue en las pruebas Pisa, nadie en Colombia sabe.

Estoy exagerando, pero fíjese en que necesitamos una movilización para hablar acerca de conducir la sociedad, de la cantidad de recursos públicos que necesitamos para la educación, del bienestar de las maestras y maestros. Y digo “maestras y maestros” de manera explícita para señalar que cerca del 70 % de la educación en los colegios es hecha por mujeres. Vamos a incrementar por lo menos el 10 % del gasto público en el mundo de la educación. Eso es movilizar.

Cuando una persona tiene hijos se pregunta dónde van a estudiar, pero no piensa cuáles son los colegios públicos alrededor. Entonces fue un problema suyo, no de la sociedad. Y entonces ese es un reto que tenemos: hacer que la educación no sea un problema de cada individuo, que los privilegiados tienen resuelto en la educación privada, mientras el resto está en la educación pública y nadie asume responsabilidad por eso. Es un problema de todos nosotros, entonces apostarle a todo eso en conjunto es un problema de liderazgo. Y así empezamos a recorrer una ruta. Y eso toma tiempo, pero entre más rápido comencemos vamos a llegar más rápido. Porque eso en el largo plazo paraliza. Vamos a actuar.

Otro ejemplo de esos que yo doy es: “¿Cuál es el campeonato mundial de la educación?”. Las pruebas Pisa. Participan no sé cuántos países en el mundo, los estudiantes hacen un examen simultáneo y los comparan. Y a nosotros nos va muy mal. Y en lo que peor nos va es en las matemáticas. ¿Conoce alguien en Colombia un programa para mejorar las matemáticas? No hay. Entonces, ¿cómo se van a mejorar las matemáticas si es un problema que no se reconoce y no empezamos a trabajar alrededor de todo eso? Todo ese tipo de cosas hay que saberlas poner en este contexto para transformarlas. Eso hacemos los líderes: fijar unas metas y convocar a la gente para transformarnos y ser capaces de llevar un hilo conductor. Por supuesto que vamos a pensar en la salud y en todas las cosas, pero uno tiene una identidad que le permite convocar… Uribe era la seguridad, Mockus la cultura ciudadana.

Eso no quiere decir que no vamos a enfrentar las bandas criminales, que no vamos a pensar en la seguridad ciudadana, en la reforma pensional, en la tributaria. Pero la historia la contamos desde una perspectiva distinta y empezamos a poner un eje articulador en muchos sentidos.

RS: Probablemente haya muy pocos políticos que conozcan a Medellín y a Antioquia tan bien como usted. ¿Cómo entender ese claroscuro que se siente a veces, ese trabajo de “La más educada”, pero por otro lado esas tasas de homicidios tan altas? Todas esas cosas buenas que tienen para mostrar, pero también ese otro lado. ¿Cómo interpretar eso, por qué se da esa dualidad tan grande?

SF: Yo no creo que sea una dualidad. Poniendo una fecha no tan arbitraria, el narcotráfico entró a Colombia en 1980, y eso fue una ruptura que estremeció los cimientos de toda la sociedad de Medellín, de Antioquia y de Colombia. Y esos cimientos no están reparados del todo. Llegó a una ciudad como Medellín, que es extraordinaria, con contrastes, con desigualdades, y encontró un terreno abonado para unos señores que llegaron del mundo del narcotráfico y la criminalidad; en esos boquetes de la sociedad, en esas fracturas sociales se insertaron ellos, y aquí vamos.

Entonces esto ha sido un proceso de destrucción, de falta de oportunidades, de una sociedad que tuvo en Medellín, a comienzos de los 90, cerca de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes. Yo creo que hoy Medellín debe tener 25 o 30. Los homicidios se han reducido sensiblemente en Medellín y en Antioquia, aunque todavía falta mucho. Pero esto es una sucesión de eventos que arranca con ese punto central del narcotráfico en las condiciones de la sociedad de Medellín y Antioquia en ese momento y en todo ese proceso, pasando por un pico de destrucción, de superar y sobrevivir en medio de la debacle. Y también, al mismo tiempo, es testimonio de la capacidad de transformarse, de avanzar, de encontrar otros caminos. Entonces esas sociedades, y Colombia, son una expresión de la resiliencia, de una sociedad compleja con cosas maravillosas; yo siempre asocio a Medellín con la imagen de una mujer inteligente, exuberante, linda, pero llena dolores, llena de golpes. Y eso es lo que tenemos que cuidar, y eso no se cambia de un día para otro.

En esa historia de Medellín, en términos políticos, nosotros fuimos una gran ruptura y mostramos otra forma de construir, de acercarse a las comunidades, de empezar a avanzar. Entonces no es la belleza física que hay de los espacios, sino un proyecto social de construir en medio de dificultades de todo tipo, espacios para encontrarse, pero para encontrarse alrededor del talento y la capacidad de la gente. Ese es el sentido político de lo que hemos hecho; demostramos que se puede sacar lo mejor, esa es la magia.

Todavía hay muchos problemas… y quienes conducen identifican cuáles son los problemas… los que estamos conduciendo tomamos las decisiones más importantes… dónde están los énfasis, a qué le apostamos, qué problema estamos resolviendo. Yo me siento muy orgulloso de lo que hicimos. Y es un ejemplo contundente de que la política tiene efectos sobre las sociedades… que se puede transformar para bien. Pero el reto es muy grande, en esas estamos.

La opinión pública aparenta estar preocupada por la profunda polarización de esta campaña, pero también ha habido quienes acusan a Fajardo por distanciarse de los extremos, tildándolo de “tibio”.

La opinión pública aparenta estar preocupada por la profunda polarización de esta campaña, pero también ha habido quienes acusan a Fajardo por distanciarse de los extremos, tildándolo de “tibio”.

RS: En estos días el ministro de salud, Alejandro Gaviria, lanzó un libro que habla sobre el tema de su experiencia en el cargo y su batalla contra el cáncer. Y él se ha convertido en un personaje muy interesante en términos de su lucha contra las multinacionales farmacéuticas por los precios de los medicamentos. Y gran parte de la sociedad percibe que ahí se han dado pasos importantes, pero encarnados en una figura específica. ¿Cómo evitar que un nuevo Gobierno implique un retroceso en esos aspectos, cómo hacer que ese espíritu, esas políticas que se han manejado bajo esa figura no terminen desapareciendo?

SF: Alejandro Gaviria es un personaje excepcional en el mundo de la política y lo público. Viene del mundo académico, es un hombre pensante que además comparte sus pensamientos. Es una persona crítica por naturaleza. Sin duda es un personaje ejemplar en Colombia; en el mundo de la salud hay una cantidad de problemas, él ha enfrentado algunos, y le ha puesto a la sociedad un ejemplo de alguien que piensa y sabe razonar, que no le teme a la discusión y que sabe enfrentar los problemas con la verdad, y eso ya es muy valioso.

Pero él se destaca especialmente en el mundo de la política y lo público porque es un personaje único con esas condiciones; tiene una cierta noción de pesimismo y que al mismo tiempo muestra la forma en que ha enfrentado el cáncer. Se podrá discrepar con él sobre algunas cosas, pero es un personaje íntegro y representa algo muy valioso para nuestra sociedad.

Dicho eso, nosotros sabemos construir sobre lo construido. No llegamos a arrasar con todo para que se construya el mundo que yo quería. Saber entender en qué condición estamos y saber dar los pasos para irnos transformando; nosotros somos cambio, cambio de la política por fuera de esa estructura de la política tradicional, de la manera como han gobernado, de ese clientelismo y esa corrupción que están en el ADN de la política tradicional. Nosotros somos una ruptura política y además sabemos construir. No vamos a borrar todo el sistema de salud porque tiene problemas para hacer algo totalmente nuevo que los resuelva, así no funciona el mundo.

Hay que ver las cosas de manera consistente y coherente y así es como se va construyendo la sociedad. Ese es el enfoque nuestro. Eso nos permite llegar a construir. Y donde tengamos discrepancias, pues las corregiremos, pero el espíritu es avanzar, construir.

RS: Uno de los caballitos de batalla de toda esta campaña ha sido Venezuela. Y ese extremo que amenaza con que nos convertiremos en Venezuela, al mismo tiempo es partidario de políticas casi exclusivamente extractivistas que —al menos en parte— convirtieron a Venezuela en lo que es hoy. ¿Qué perspectiva tiene usted frente a esa situación y frente a la dependencia de los minerales y el petróleo?

SF: Yo creo que hay dos cosas acá: primero, no fue el petróleo el que hizo que Venezuela estuviera así. Petróleo ha tenido siempre. ¿Cuántas personas se fueron a vivir a Venezuela porque allá había oportunidades de trabajo que no tenían en Colombia? Millones. Y lo que enviaban desde allá era lo que le permitía a muchas familias sobrevivir. Entonces lo de Venezuela no empezó por el petróleo; esa es la historia de Venezuela y era una gran riqueza. Lo que pasa en Venezuela es que hay una clase dirigente que no estuvo a la altura —llegan la corrupción y una cantidad de cosas—, y aparece un señor que les rompió todo eso, y siguió con lo mismo. Con la misma riqueza, no fue que hubo un cambio en el sentido de la concepción del desarrollo en términos de los fósiles o no fósiles, de los hidrocarburos o no. Fue un cambio en una sociedad que creó las condiciones para que apareciera alguien por fuera, y que la gente se sintiera identificada con esa persona, porque estaba agotado lo que estaban haciendo los que estaban dirigiendo. Ahora, eso se convirtió —a mi modo de ver— en una destrucción de la democracia, en una dictadura del siglo XXI. Entonces, para mí eso es lo que ha pasado en Venezuela. Y, por su puesto, nosotros podemos ver lo que está pasando allá, pero hay que entenderlo de manera completa.

Maduro hoy es la expresión de la destrucción de la democracia, de pisotearla, dependiendo todavía del mismo petróleo con todo lo que han destruido. Esa es una primera observación. La segunda es: ¿Qué sentido tiene, y cuál es la perspectiva nuestra de desarrollo con respecto a los hidrocarburos, el carbón, como parte del desarrollo? Ayer precisamente presentamos la propuesta ambiental, y hay un cambio muy grande, porque nosotros tenemos que entender que la riqueza de Colombia hoy, y para fortuna nuestra, es la riqueza de la naturaleza y la biodiversidad. Hoy en el planeta hay conciencia de que esa es una gran riqueza. Hace unas décadas ese no era un problema, no era la forma como se entendía el desarrollo. Por eso la ponemos nosotros como condición inicial para el desarrollo. Si esa es una condición inicial, y la entendemos como riqueza, tenemos que cuidar esa riqueza y multiplicarla, y generar bienestar para las personas.

Dicho esto, nosotros sabemos que tenemos que ir haciendo una transición. Entender, por ejemplo, el papel del carbón, que es el que causa más contaminación, tiene efectos sobre el cambio climático. Y debemos entender que para el desarrollo de nuestra sociedad tenemos que ir cambiando la matriz energética para llegar a unas energías que sean renovables, que estén de acuerdo con la naturaleza, y eso podemos hacerlo en Colombia, es un objetivo de lo que nosotros llamamos “proyectos estratégicos de Colombia”. Pero eso requiere un cambio, una ruta para llegar a donde queremos. Tenemos que hacer una transición a otro tipo de energías, pero eso no es de la noche a la mañana. Eso requiere ir construyendo un camino, entender a las comunidades que viven alrededor de esos materiales, del carbón, por ejemplo, y ser capaces de trazarles una ruta para avanzar. Eso requiere educación, requiere ciencia, desarrollo científico y el rigor ambiental que se necesita para cada paso que se va dando en la construcción de las cosas, y esa es la manera como yo lo entiendo. Hacia allá vamos. Y ese es el punto de partida.

RS: Uno siente que algunos políticos quisieran que Colombia fuera por el camino de esa dependencia casi obsesiva frente a los minerales y el petróleo.

 

SF: Yo no soy de esos políticos. Ahora, una de las grandes calamidades de Venezuela es que han tenido esa riqueza que va a pasar —no tengamos la menor duda— pero no han sido capaces de convertir todo eso en una riqueza de sociedad. Por ejemplo, yo tenía un grupo de colegas amigos en Venezuela, allá tenían un instituto de investigación, el IVIC, que era un gran centro patrocinado por el Estado, pero todo eso se destruyó, no se convirtió en riqueza general para Venezuela. Entonces hay una lección acerca del petróleo, con la connotación que tiene hoy en el contexto del desarrollo ambiental. Y la otra, en la forma como se conduce una sociedad para generar riqueza, y allá no se generó esa riqueza… mire en lo que estamos. Cuántas personas se están yendo de Venezuela y no es porque quieran venir a pasear a Colombia, es porque tienen unas urgencias humanitarias, y eso habla de la política, de la forma como se conduce el Estado.

RS: En ese orden de ideas, ¿qué posición tiene usted ante la migración que se está dando?

SF: Yo la tengo muy clara. Primero, nosotros como Colombia tenemos una responsabilidad ética de solidaridad con las personas que están saliendo de Venezuela por razones humanitarias. Ya he dicho, pero no sobra repetirlo, tenemos que hacer parte de la comunidad internacional y denunciar la destrucción de la democracia. Al mismo tiempo, muchas de estas personas llegan al territorio colombiano a lugares donde hay una cantidad de necesidades, y las primeras necesidades que tienen quienes están migrando son de salud, educación, de trabajo, y por supuesto hay un tema con la seguridad en todos estos territorios. Entonces tenemos que estar conscientes de que estamos hablando de solidaridad, pero no podemos permitir que esto se convierta en un conflicto entre colombianos y venezolanos porque los ven como un problema para atender sus necesidades. Eso obliga a redoblar los esfuerzos del Estado colombiano para trabajar en esas regiones. Es una obligación para intervenir y para que las personas no vean deterioradas sus condiciones porque llegaron otras a las que están atendiendo desde esta perspectiva de solidaridad. Y eso también nos sirve para convocar a la comunidad internacional para que sean solidarios con Colombia. Es un esfuerzo grande para buscar que Latinoamérica reciba también a muchas personas de Venezuela y nos ayude a que en esos territorios se den las condiciones para que no se deterioren las condiciones de vida de los colombianos.

Colombia es un país que nunca ha recibido gente, somos un país muy encerrado. De hecho, Colombia ha sido un país que manda gente para otras partes… ¿cuántos colombianos no están, por ejemplo, en España, y mandan sus remesas para el eje cafetero, o en EE. UU. o en Panamá?

Nosotros hemos sido un pueblo que manda gente porque no tiene oportunidades, además eso lo podemos asociar mucho con lo que ha pasado en Colombia, con toda esa violencia que hemos vivido, con lo que señalaba al comienzo. Entonces muchos se han ido y, de hecho, una buena parte de la migración del campo a las ciudades —que es otro fenómeno en Colombia— está asociada con el miedo a la violencia o por necesidades económicas. Entonces, es un reto para Colombia. Pero yo creo que entendiendo esto, así se fijan y se afinan las políticas.

RS: En esta campaña los opositores de Gustavo Petro lo han asociado a ese discurso sobre Venezuela, y hace poco usted catalogaba como populistas algunas de sus propuestas. ¿Qué ha encontrado usted de populismo ahí, qué representa para usted ese populismo y cómo lo define?

SF: Sí, en un tuit lo puse. De la nada, entonces, [dice Petro] “se acaban las EPS, se acaba el Icetex… educación pública gratuita para todos, universitaria, se acaba la Federación de Cafeteros, paneles solares para todas partes”. Desde mi perspectiva, eso es populismo.

¡Hágalo! Piense un segundo lo que significa hacer todas esas cosas. Yo creo que cualquier persona que se ponga a pensar en eso por un segundo entiende la naturaleza de esas afirmaciones. Eso es lo que yo pienso. Y nunca insulto a nadie ni le digo nada ofensivo a ninguno. A mí a veces me dicen tibio. “Es que es tibio porque no habla desde el insulto, porque no agrede a las personas”. Y eso es lo que yo pienso. Piénselo un solo segundo. ¿Qué significaría eso para una sociedad? Y usted sabe que es populismo.

Mire lo que pasó en Manizales, mire esas confrontaciones. La semana pasada —por supuesto esto nunca lo cubren— estuve en la Universidad Nacional, no sé si vieron las fotos de la cantidad de estudiantes, y yo pude entrar caminando, y no había tanques antimotines… Yo voy por todas partes, yo no inspiro miedo. Nosotros inspiramos confianza, esperanza. Eso es muy potente. Yo voy a una presentación y nadie sale con rabia, nadie sale con miedo. Mire todas mis intervenciones. La gente sale entusiasmada, dicen “vamos a darle porque se puede”. Eso es lo que yo represento. Y me dicen tibio… van 18 años, y salí de acá de Bogotá a caminar en Medellín, a repartir volantes. Hemos derrotado las maquinarias más poderosas, hemos gobernado, y lo digo con todo el orgullo, hemos sacado las mejores notas. Ahora, ese es el reto político.

RS: Si por un lado le parecen populistas esas propuestas de Petro, ¿cómo calificaría las propuestas del otro lado del espectro, de Iván Duque?

SF: Es que él realmente no tiene muchas propuestas. Hay una que dice: “Seis días sin IVA en Colombia”. Eso es una falacia, ese es un cuento. Él representa la continuación de lo que hemos tenido en los últimos 16 años, representa dos gobiernos que hemos tenido de ocho años. Que nunca se nos olvide, y lo digo luego de haber participado en una confrontación política, que nos enfrentamos con él en el 2010, que Santos fue “el que dijo Uribe”, y por eso ganó. Y nos hemos enfrentado en términos políticos, yo era alcalde y Uribe presidente. Yo fui gobernador y el presidente era Santos y con los dos trabajé. Yo voy es a trabajar, a construir, pero Iván Duque representa esa continuación de 16 años y yo creo que eso es suficiente para Colombia. No es tanto esta propuesta de Iván Duque o aquella, es la conducción política de un Estado.

RS: ¿Qué significa para usted que vivamos bajo el peso tan fuerte de un personaje como Álvaro Uribe?

SF: Suficiente… suficiente. Cada quien tiene su momento y la historia lo tiene que juzgar y tiene que responder ante la historia, eso nos corresponde a todos nosotros. No más. Necesitamos una política diferente para construir una Colombia diferente. Y ya he explicado cuál es la Colombia que yo quiero construir.

RS: ¿Y Germán Vargas Lleras?

SF: Es lo mismo. No tiene ninguna diferencia. Se pueden camuflar de una manera u otra, pero son los mismos. Él representa lo mismo.

RS: ¿Qué ha aprendido usted como ser humano, no como político, no como matemático, a lo largo de este proceso tan intenso de la campaña?

SF: Esta campaña empezó hace 18 años, desde que yo entré a la política. Yo entré a los 43. Yo no crecí en el mundo del poder, nosotros no recibimos una herencia política; a mí no me puso nadie allá, lo construimos nosotros. Es una historia muy diferente a la de las otras personas; ni mejor ni peor, cada quien juzgará. La campaña la empezamos en esa época, a pie. Y yo todavía salgo a caminar, y es una experiencia que siempre me transforma, porque yo tuve que aprender a hacer política, yo no hacía política. Y aprender que cada ser humano que nos encontramos es el más extraordinario del mundo. Entregar un volante y mirar a los ojos es una experiencia transformadora para mí, y he aprendido mucho a través de todo este tiempo de las otras personas, de aprender a escuchar, de aprender lo que significa construir… me he estrellado, me he caído, pero, sin duda, esto me ha dado una dosis de humanidad que no tenía cuando era un profesor de matemáticas y un investigador de la lógica matemática. Y ese contacto me hace mucho más humano, más generoso… me transforma. Ahora, siempre me aterra saber las cosas que se pueden hacer desde la política, la cantidad de intereses que hay detrás, lo que significa esa corrupción tan tremenda en Colombia, eso me aterra, me fastidia, y gran parte mi inspiración tiene que ver con transformar todo eso.

RS: ¿Cómo enfrentar la corrupción?

SF: Así como la enfrentamos nosotros, es en la política, es en las campañas, haciéndolas de manera diferente, “ni un peso por un voto”. Yo digo esta frase a menudo: “Los que pagan para llegar, llegan a robar”. ¿Y cómo roban? Con puestos y contratos… y necesitan la impunidad, que no los cojan. Y si mira todos los casos de corrupción en Colombia, están asociados exactamente con esto. Mire las fotos, y todo el mundo sabe qué es lo que pasa en esas fotos.

Pero eso solamente se puede cambiar en la política. Otro camino para llegar al poder y gobernando de otra manera. Y ese es el reto para Colombia, que las personas participen, que se hagan sentir en las urnas, que no le den la espalda a la política. Y eso es muy difícil de decir porque la política tiene esa connotación horrible. Yo recuerdo una frase que he oído desde pequeño: “Todos son iguales, prometen y no cumplen, todos son unos ladrones”. Y nosotros no somos iguales, prometemos lo que vamos a cumplir y no somos ladrones. Y hay otros, aparte de nosotros, que dignifican la política, ese es el reto.

En Colombia tenemos una cultura que cree que para cada problema la solución es una ley. Falso, el problema es ético y está asociado con la política. El fiscal anticorrupción capturado por corrupto era el que mejor se sabía las leyes. El problema no era que no hubiera leyes… precisamente la corrupción es una forma de comportarse para robarse lo público en este caso. Tres expresidentes de la Corte Suprema de Justicia hoy están en lo que se denomina el Cartel de la Toga. No es por falta de leyes que están robando ellos, eso lo tenemos que entender en Colombia.

RS: El fin de semana pasado estuve en Boyacá y oí la siguiente historia: hace unos meses llegaron unas personas que los campesinos describieron como “unos monos”. Compraron toda una cosecha de maíz y la destruyeron. Eso hace parte del proceso que afecta nuestras semillas nativas, tiene que ver con la seguridad alimentaria, con esa incidencia de la agroindustria multinacional. Cómo enfrentar ese tema para lograr una autonomía y seguridad alimentaria? ¿Cómo proteger todo eso?

SF: Yo también estuve en Boyacá este fin de semana; estuve en Tunja, en Villa de Leyva, en Cómbita, en Duitama, en Paipa y en Sogamoso. Tengo un afecto especial por Boyacá. Mi abuelo Fajardo era boyacense, vienen de Chiquinquirá los Fajardo. Yo no lo conocí porque él murió cuando mi papá era niño.

Y yo les dije en Boyacá lo siguiente: “Boyacá es el departamento que tiene la mejor educación, Boyacá tiene una riqueza natural increíble, desde el río Magdalena en Puerto Boyacá hasta la Sierra Nevada del Cocuy con Venezuela. Todos esos pisos térmicos, esa riqueza de ese territorio. Y al mismo tiempo es el departamento más pacífico de Colombia. Eso habitualmente nadie lo dice, ni los boyacenses lo saben. Les dije que debían sentirse orgullosos de eso.

Ahora, ¿cuál es el reto? ¿Cuál es nuestro proyecto para llegar al desarrollo rural? Esa es una de las tareas que tenemos pendientes en Colombia. Que sería la consecuencia natural primera de un acuerdo de paz, de llegar a ese territorio que no se ha cubierto, donde hemos tenido todos esos problemas de violencia, para apostarle a los desarrollos productivos, y desde esa perspectiva entender cuál es la vocación del suelo, cuáles son las oportunidades para cultivar, para llevar esos productos a Colombia.

Nosotros tenemos mucha capacidad de avanzar en seguridad alimentaria para exportar muchos productos de los que podemos tener en nuestro territorio, pero eso requiere llegar al campo desde otra perspectiva; entender cuáles son las condiciones, cuáles son las posibilidades, cómo agrupamos a los campesinos, cómo nos asociamos, cómo llegamos con la ayuda técnica, cómo construimos el crédito, cuáles son las vías terciarias que construimos, cómo les damos un acceso a los mercados para que esa cantidad de intermediarios no se quede con los recursos de los campesinos. Pero todo eso requiere rigor para entender el desarrollo rural desde una perspectiva como la que estoy señalando.

Por ejemplo, en Boyacá hablábamos de la uchuva; me contaron cuánto valía una libra de uchuva en Miami o en Japón y por cuánto se las compraban acá. Entonces, cuando estemos pensando en el desarrollo productivo de la región, y veamos cuáles son los proyectos que tienen sentido en cada región y empecemos a desarrollarlos, desde el primer día estaremos pensando cómo lo vamos a llevar a Japón. No es que llegaron los campesinos con sus productos y ahora les tenemos que buscar un mercado. Cuando empezamos a avanzar ya somos conscientes de que vamos a llegar a Japón. Ahí ya tenemos que mirar cual es el camino para exportar, traer al Invima, mirar cuál es la ciencia para que los campesinos produzcan de una manera agroecológica, que le crea valor en términos comerciales. Y así nos organizamos desde otra perspectiva diferente, y cuando estamos en el territorio ya llegamos de otra forma. Así es, así se hace.

Estoy hablando de cosas en las que yo he trabajado porque yo fui gobernador de Antioquia. La experiencia allá es que es un departamento que tiene potencial en muchas partes, tiene desigualdad, pobreza, violencia, Antioquia es complejísima. Por eso es que hay que saber trabajar, hay que saber entender las comunidades, hay que entender que son diferentes. Aquí habitualmente se ha visto el mundo desde el poder central como si toda Colombia fuera la misma y ese es el gran error. Por eso hablábamos de que no hay ningún proyecto común. Hay que entender todo y apostarle a un desarrollo productivo regional. Entonces que no sea la historia de “unos monos” que compran la cosecha para destruirla.

RS: ¿En estos 18 años qué ha entendido de lo que somos los colombianos y de las razones por las cuales no tenemos ese relato común, más allá de la geografía?

SF: Cada vez que uno va a un lugar pregunta qué es lo mejor del sitio, yo siempre pregunto cosas de esa naturaleza. En todo lado a uno le responden que lo mejor es la gente. Desde La Guajira hasta el Amazonas. Es un lugar común, pero en las comunidades la gente se siente orgullosa de su lugar y de su cultura. Y son muy distintas las culturas en Colombia.

Entonces, en adición a esa riqueza natural que hay por todo el país, los colombianos tenemos en la mente que Colombia tiene mucha riqueza con esa naturaleza. De hecho, un par de elementos bien interesantes que ya estoy viendo después de los años es que prácticamente a cualquier lugar que uno va hay consciencia ambiental. Eso no es una cosa de locos, de revoltosos que quieren acabar con el desarrollo. En todas partes ya piensan en el agua; hay una nueva generación —hay algunos mayores—, pero es gente joven, consciente del medio ambiente.

Y otra cosa que he visto es el desarrollo de las mujeres; en toda Colombia van apareciendo expresiones donde se va entendiendo el papel de las mujeres. Todavía falta muchísimo por recorrer…

En todos los actos públicos que hago busco que la gente pueda preguntar. Yo no me paro, les digo lo que es y “chao, se fue mi Dios”. Yo explico y permito preguntas, a veces es un lío, pero esa es la forma en que hemos articulado todo. Yo llevo un cuaderno, pero no porque me lo dijera un asesor de imagen, sino porque es mi expresión natural. Yo escribo las preguntas para poder responder de manera articulada [abre su cuaderno y muestra ejemplos de preguntas hechas sobre distintos temas por diferentes personas —con nombre y apellido— en varias ciudades, pueblos y municipios. Tiene documentados con detalle cada uno de esos sus encuentros]. Yo no los escojo, son gente que está ahí; por ejemplo, en Duitama, Luz Marina Castañeda me preguntó por el Icetex; Margarita Pinzón, que es una maestra, me preguntó por la educación superior; Jennifer Gómez, maestra y artista, me preguntó por el movimiento artístico; Javier Rodríguez me preguntó por las uchuvas; Leonardo Benavides por el transporte de carga; Camilo A. Flechas por la unidad nacional y la posibilidad de una coalición; Rafael Perico por la minería; Lina María Guío, que es química farmacéutica por la investigación… Es una forma distinta de gobernar. Eso acerca a la gente y yo estoy contestando honestamente. Y no hay nadie que pueda decir: “Aquí vino a prometer de todo”. Es un capítulo estelar de mi vida.

RS: Pero insisto, más allá de la geografía, ¿qué nos ha impedido ese relato? ¿Cuál podría ser ese relato común?

SF: La inteligencia… no se ha entendido porque siempre hemos estado bajo la presión de la violencia, de la corrupción, de una forma de la política que no permite que la gente tenga voz libremente. Es una forma de la política que le ha negado de manera sistemática el espacio a la inteligencia y a la capacidad de la gente. Es gente capaz, estoy hablando de gente que está en la calle preguntando por todos estos temas. Por eso quiero ser el presidente de Colombia, por estas voces que llegan libremente, nosotros no llevamos gente, no hacemos un evento antes para congregar a la gente… Es gente común y corriente, esa es Colombia. Y esa es mi gran motivación.

RS: Finalmente, ¿cómo está viendo lo que puede pasar con coaliciones y alianzas?

SF: Yo sigo en lo mío… Mire, a mí me invitaron, me dijeron: “Por favor, vaya, hable con De La Calle”, y él es un prisionero del Partido Liberal y César Gaviria, pero dicen que es “la arrogancia de Fajardo, que no se quiere juntar con nadie…”. Estamos concentrados en lo que estamos haciendo. Estamos en una competencia política. Significamos un cambio de la estructura política tradicional. Somos un cambio para unir.

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