Seis años de TLC

Artículo de: Emilio Sardi

El 15 de mayo se cumplen seis años de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, y los hechos demuestran que los pajaritos dorados que pintaban los fanáticos defensores de su firma no eran sino fantasías. El tiempo está demostrando que, lamentablemente, teníamos toda la razón quienes, por habernos tomado el trabajo de estudiarlo, vaticinamos su estruendoso fracaso. La balanza comercial, que en 2011, el año anterior a que entrara en vigor, era favorable para Colombia en US$8.991 millones, se volvió negativa y después de haber llegado a un déficit de US$4.940 millones en 2015, fue desfavorable en US$865 millones en 2017.

 

Ese deterioro de más de US$10.000 millones anuales en la balanza comercial se refleja en todos los campos. La caída de nuestras exportaciones a Estados Unidos entre 2011 y 2017 fue de 52%, de US$21.969 millones a US$10.541 millones. Año tras año, la participación de Estados Unidos en las exportaciones colombianas ha caído, pasando del 39% en 2011 al 28% en 2017. Esto mientras que nuestras compras de cereales aumentaron 160% y el gobierno de EE.UU. reporta fuertes crecimientos en innumerables otros rubros, como alimentos para animales (78%), preparaciones farmacéuticas (30%), pollo y cárnicos (58%), lácteos (88%), vegetales (71%), otros alimentos (44%), y cosméticos (37%). Muchos de ellos en directa competencia con nuestra producción nacional.

 

Pero los daños no se limitan a la balanza comercial. Para darle vía libre al TLC, el congreso de EE.UU. nos impuso unilateralmente condiciones en el ámbito laboral que, debe quedar claro, no hacen parte de las normas que deben cumplir las empresas estadounidenses. La pérdida de competitividad causada por esas imposiciones será cada vez mayor y tendrá efectos nocivos sobre nuestro comercio con todos los países. Esto además de las decenas de miles de millones de dólares que Colombia eventualmente tendrá que pagar dentro de las innumerables demandas amparadas por las torpemente aceptadas cláusulas de ‘anulación y menoscabo’ y de ‘expropiación indirecta’.

 

Hoy, aparte de la catástrofe comercial, aparece el manejo abusivo que EE.UU. le está dando al tratado. Así, por ejemplo, ha decidido incluir a Colombia en su lista negra de países que supuestamente desconocen obligaciones sobre propiedad intelectual, a raíz de decisiones legítimas del Estado colombiano en ejercicio de su soberanía nacional, como el usar las flexibilidades permitidas por la OMC para ordenar licencias obligatorias sobre productos patentados cuando existen razones de interés público. Esto al mismo tiempo que, en abierta violación del TLC les impone aranceles a nuestras exportaciones de acero y aluminio.

 

El Ministro de Salud y la Ministra de Comercio merecen total apoyo en la coyuntura actual. El primero ha actuado en defensa de la sostenibilidad del sistema de salud y por ende del derecho a la salud. La segunda viene exigiendo que se cumplan los acuerdos y obligaciones pactados en los acuerdos comerciales, con la legítima motivación de apoyar a la producción nacional. Ha llegado el momento de que Colombia estudie seriamente la posibilidad de denunciar un tratado que ni le ha servido ni le servirá.

 

Los despistados piensan que las siglas TLC significan Tratado de Libre Comercio, pero la verdad es otra. Para los Estados Unidos, TLC ha significado Todo lo Cogemos. Y para Colombia, Todo lo Cedemos. Es hora de parar ese abuso.

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